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lundi 15 octobre 2012

El gigante del Norte y el gigante del Sur: la cuestión del liderazgo


Una exponencia de Justin, Julie y Jordan (los JJJ de EC2)



Desde mediados del siglo XIX, los intereses de Brasil se han confrontado con los de las grandes potencias industriales. Su alineación con los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX reflejó su dependencia de las exportaciones de café y del mercado norteamericano, y aun así, no siempre aceptó en forma pasiva el predominio de EE.UU.  Brasil ha mejorado sostenidamente sus lazos con otros países sudamericanos en un esfuerzo por expandir su margen de maniobra e incrementar su poder de negociación. Ahora bien, siguen existiendo divergencias entre los dos países. En particular, en lo que se refiere a los otros países sudamericanos, Brasil tiene serios intereses económicos y políticos.

Desde mediados del siglo XIX, los intereses de Brasil han estado siempre en conflicto con aquéllos de los grandes poderes industriales, especialmente el Reino Unido y los Estados Unidos.  En 1850 Brasil enfrentó y resistió la presión de los Estados Unidos para abrir el río Amazonas. De hecho, la alineación con Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX reflejó la situación de simbiosis económica en la que Brasil estaba entre un 60 y 70% dependiente de sus exportaciones de café y el café del mercado norteamericano.
Por lo tanto, las dificultades en las relaciones Brasil-EE.UU. se tornaron más sutiles y empeoraron hacia fines de los 50. El principal nivel de contención fue la política nacionalista adoptada por Vargas, quien había sido electo por un segundo período. El rápido crecimiento industrial llevó a Brasil a procurar una modificación de las relaciones entre los Estados Unidos y los países de América Latina como parte de su emergente identidad como una potencia capitalista que aspiraba a realzar su status en las Américas y en el mundo. Vargas, en medio de una crisis política, se suicidó en 1954, pero Juiscelino Kubitschek, apoyado por las mismas fuerzas políticas, resistió a todas las presiones y avanzó hacia el proceso de industrialización. Su propuesta de una Operación Panamericana en 1958, la ruptura con el Fondo Monetario Internacional en 1959, y el restablecimiento del comercio con la Unión Soviética fueron demostraciones de que Brasil era un país maduro que merecía ser considerado serio por parte de las grandes potencias.
Goulart (61-64), una vez en el poder, restauró las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, inició cambios comerciales con la República Popular de China y continuó resistiendo la presión de EE.UU. Las relaciones entre Brasil, donde la comunidad comercial norteamericana participaba en las luchas sociales internas, y los EE.UU. podrían sólo deteriorarse. Por cierto, se tornaron crecientemente tensas, y la CIA, mediante el intento de desbaratar varios tipos de operaciones encubiertas, artificialmente agravaron la crisis interna y contribuyeron al golpe de estado de 1964.
La caída de Goulart y la asunción a la presidencia del General Humberto Castelo Branco (1964-1967) significó una gran victoria para los Estados Unidos. Fue, sin embargo, una gran derrota para las tendencias nacionalistas que habían sido impulsadas por el proceso de industrialización y por las luchas sociales desarrolladas en un momento en que la nación estaba sufriendo por causa de una escasez de recursos y experimentando el impacto de la Revolución Cubana. Dominados por la mentalidad de una guerra fría y temiendo el avance de las tendencias revolucionarias en Sudamérica, los Estados Unidos, se esforzaron en forma creciente para convertir a Brasil en un baluarte contra la influencia cubana más que en una democracia. Castelo  intentó liberalizar la economía brasileña, rompió relaciones con Cuba, envió tropas para apoyar la intervención estadounidense en Santo Domingo y se avocó a la creación de una “fuerza de paz” interamericana. El principio “Lo que es bueno para los Estados Unidos es bueno para Brasil” fue enunciado por Juracy Magalhães, el embajador brasileño en Wasington.
Durante la administración del Presidente Ernesto Geisel (1972-1979), las relaciones entre Brasil y los Estados Unidos afrontaron crecientes dificultades. Brasil revocó su acuerdo militar con los Estados Unidos en medio de controversias acerca de la proximidad de los EE.UU. a los derechos humanos y las decisiones nucleares. Durante la guerra del Atlántico Sur acerca de las Islas Falklands/Malvinas, Brasil se mantuvo nominalmente neutral pero se volcó de forma bastante favorable hacia Argentina y, aunque secretamente, prestó su apoyo, incluyendo ayuda militar. En contraste con los Estados Unidos, que se abstuvieron de tomar una posición sobre el tema de soberanía, Brasil reconoció la soberanía argentina sobre las disputadas islas, a pesar de que no apoyaron el uso de la fuerza para validar dicha soberanía.
Inevitablemente, la ambición de Brasil de jugar un papel crecientemente autónomo en el mundo ha complicado fuertemente su relación con los Estados Unidos durante la mayor parte del último cuarto de siglo. Brasil trató de preservar un liderazgo con las naciones de Sudamérica. Esto se realizó para la construcción del MERCOSUR, cuyo establecimiento, después de la Unión Europea, es el segundo intento de unir naciones en un simple bloque económico.




Durante los últimos 20 años, Brasil ha aumentado sus lazos con otros países sudamericanos para mejorar los lazos políticos y económicos y expandir su espacio de maniobra.
La meta de esta política exterior es asegurar las condiciones internacionales para el crecimiento económico y el reconocimiento de su status presente como poder de nivel medio y obtener una silla permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Esta meta está acompañada por la percepción de que Estados Unidos puede ser tanto un excelente apoyo como un poderoso obstáculo para su pretensión.
 El MERCOSUR que fue ratificado el 26 de marzo de 1991 significó “Brasil” en su mente. De hecho, el balance de poder ha sido sutilmente desviado hacia América Latina, la que, conducida por Brasil, se está esforzando por consolidar el MERCOSUR no sólo como un área de libre comercio sino como un mercado común al estilo de la Unión Europea.
Sin embargo, a finales de 1990, una severa crisis económica y una inestabilidad política pusieron en peligro a los países de Sudamérica que habían establecido reformas en la política económica tales como la privatización y la liberalización del comercio, finanzas. Estas reformas contribuyeron a un ensanchamiento de la brecha social. Así luego de una década de liberalización impulsada por Washington no se ha dado una reducción sustancial en Sudamérica de la extrema inequidad y pobreza. Casi todos los países fueron saqueados por la deuda externa y privatizaciones escandalosas.
No obstante alguna crítica expresada por Cardoso frente a ciertos aspectos de la política de EE.UU. (unilateralismo, proteccionismo, etcétera), muchos brasileños percibieron su política exterior, así como su política económica, como un mero accesorio de la hegemonía de EE.UU. Pero en Washington estaba claro que Brasil se alejaba crecientemente de Estados Unidos – un proceso “discreto en apariencia, peligroso en su tendencia” para ellos.
Sin embargo, el gobierno de Cardoso intentó mantener relaciones amistosas con los Estados Unidos mediante alguna concesión (tal como la firma del Tratado de No-Proliferación Nuclear) que fue duramente criticada en Brasil. Pero no pudo evitar la crucial divergencia acerca del ALCA, cuyo establecimiento podría afectar profundamente los intereses económicos y políticos de Brasil. Este fue el duro centro de la rivalidad pero Cardoso dijo “veamos como cooperar”. Brasil debería cooperar con los Estados Unidos, pero no ha aceptado y no aceptará el ALCA tal como fuera propuesto por Washington.
Brasil tiene la estructura más diversificada en términos económicos de todos los países de Sudamérica; su estructura industrial es más integrada y competitiva, como se refleja en la proporción del PBI. El establecimiento del ALCA, si Brasil participara en él, afectaría las exportaciones brasileñas. No sin razón, en 2002 Luiz Inácio Lula da Silva, candidato presidencial, dijo que el ALCA “no es realmente un pacto de libre comercio. Por el contrario, es una política de anexación de América Latina a los Estados Unidos”. Su visión reflejaba la opinión mayoritaria en Brasil.
Al mismo tiempo, en Washington, Luiz Inácio Lula da Silva era descrito como un radical que revolucionaría Brasil y formaría otro eje del mal junto con los líderes comunistas de Cuba, Castro y, supuestamente, Chávez en Venezuela. Si el candidato pro-Castro resultara electo presidente de Brasil los resultados podrían incluir un régimen radical en Brasil, restableciendo sus armas nucleares y programas de misiles balísticos, desarrollando estrechos lazos para patrocinar terroristas como Cuba, Irak e Irán.


Pero la administración en Washington prestó poca atención a todas esas consideraciones. Bush, a quien visitó el 20 de junio de 2003, dijo que “los Estados Unidos y Brasil resuelven crear una relación más estrecha y cualitativamente más sólida”.

¿Cuáles son las relaciones económicas y políticas entre Brasil y Estados Unidos hoy?  ¿Son socios o rivales?




Para empezar Estados Unidos y Brasil son socios, existen varias razones para esto. En efecto, Obama y Rousseff tienen varios puntos de acuerdo, desde asuntos de cooperación bilateral y transferencia de tecnología hasta intercambio de estudiantes. Durante el encuentro entre los dos jefes de Estados, Rousseff visitó la Universidad de Harvard y el Instituto de Tecnología Massachusetts para hablar de un programa brasileño de formación científica en el exterior.

Desde el final del mandato del ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, las relaciones entre EEUU et Brasil se mejoran. En efecto se puede ver que aunque Brasil ha visto a China erigirse recientemente como su principal socio comercial en lugar de Estados Unidos, sus exportaciones al país norteamericano han retomado impulso a comienzos de este año.

Pero al mismo tiempo, existen motivos de rivalidad entre EEUU y Brasil. Brasil forma parte con India, Rusia y China, del club de las potencias emergentes (BRIC). Sin embargo, Barack Obama no apoya a  Brasil para que ocupe una silla permanente en el consejo de seguridad de la ONU, pero sí a India. Además, Brasil es incuestionablemente un poder regional y en particular en Sudamérica es cada vez más influyente, y Estados Unidos es cada vez menos activo e involucrado al nivel político en la región. Brasil también ha mostrado su   poder político con su apoyo a la formación de organismos regionales como la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) o la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (Celac), donde Estados Unidos brilla por su ausencia.


Por fin, como explicó Michel Shifter para responder a la cuestión si EEUU y Brasil son socios o rivales, EEUU y Brasil lo son y no lo son porque “socios” implica algo mucho más profundo y consolidado de lo que vemos entre Brasil y Estados Unidos, pero “rivales” también sugiere algo más tenso y despiadado.

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