Marie-France y Justine leen y comentan un artículo de Alfredo Meza publicado en El País: El chavismo aprueba una ley que criminaliza las protestas y la disidencia (09.11.2017)
1- Según el periodista, ¿de qué forma el chavismo aún vivo quiere acabar con toda forma de resistencia ciudadana?
El régimen de Nicolás Maduro, que recibe un apoyo inesperado de Diego Maradona, decidió acabar definitivamente con las oposiciones.
Según el periodista Alfredo Meza, el régimen venezolano usa del aparato judicial para reprimir a los que se oponen con los dirigentes y las ideas supuestamente progresistas que defienden los chavistas. De hecho el gobierno convirtió la lucha contra la oposición en cuestión de honor y supervivencia con la "Ley del Odio". Votada en noviembre de 2017, dicha Ley establece penas severas contra varias formas de cuestionamiento como las "manifestaciones de odio", llamadas también "escraches".
El articulista subraya las consecuencias de esa ley "todopoderosa". Cabe notar que los partidos políticos pueden verse disueltos si el gobierno considera que promueven el fascismo y no respetan el marco legal. Esa ley concierne asimismo los medios de comunicación si transmiten mensajes de propaganda, de violencia y discriminación. Si no se respeta, el gobierno podrá actuar bloqueando los portales. A fin de cuentas la ley sirve de pilar en el que asentar la lucha contra la protesta ciudadana.
Según parece, la derrota electoral reciente de la plataforma Mesa de la Unidad Democrática (MUD) da aún más legitimidad para intervenir así tanto más cuanto que la postura de Venezuela en el escenario internacional es peor que nunca ya que no le importan a Maduro las sanciones.
2- ¿Sigue siendo tan rebelde América Latina?
Continente de crecimiento económico caótico, de democracias frágiles y de desigualdades notables, América Latina está también atravesada por un dinámica de revueltas y movimientos sociales, con formas, identidades y reivindicaciones sostenidas. Los movimientos de protesta siempre han ocupado un espacio central con la voluntad de transformación y de democratización. Pero ¿sigue siendo tan rebelde el subcontinente?
Actualmente en América Latina no se producen movimientos revolucionarios llevados por grandes figuras como la de Che Guevara cuya muerte en Bolivia acaban de celebrar los nostálgicos de la década de los 60. Incluso el fundador del EZLN en Chiapas, el subcomandante Marcos, anunció hace unos años su decisión de abandonar las armas. Nadie parece hoy dispuesto a difundir las ideas marxistas a través de un proceso revolucionario. Los latinoamericanos parecen lejos de la Revolución mexicana de 1910 y de su balance desastroso para los más pobres. Más al sur, se ve que en Colombia la paz tiende a imponerse entre las FARC y el Estado como si todos estuvieran hartos de tantas décadas de violencias.
Sin embargo, todavía existen manifestaciones ciudadanas que expresan el descontento popular. Las poblaciones no están satisfechas con lo que los políticos hacen o no hacen. Tanto en México con ocasión de la desaparición forzosa de los 43 estudiantes en Iguala como en Perú donde pretenden indultar a Fujimori, las sociedades civiles se movilizan. Lo hacen también para obtener un mejor sistema sanitario o una política educativa más justa y eficiente. Hoy día son también numerosas las manifestaciones en contra de los femenicidios en México, Brasil o Argentina. El desarrollo de la clase media con sector más ancho que viaja a otras naciones más desarrolladas y más democráticas es un factor imprescindible así como el uso generalizado de las redes sociales.
Los latinoamericanos quieren mejoras, son más exigentes con sus dirigentes, usan cacerolas, carteles o móviles para exigir que las democracias frágiles sean menos corruptas y más igualitarias. Ojalá logren obtener una alternancia verdadera en Venezuela.
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