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dimanche 24 avril 2016

¿Existen todavía soluciones para que no "se vaya" Catalunya?



Es una pregunta difícil que concierne a todos los españoles. Una pregunta que ya suscitó la multitudinaria manifestación independentista ocurrida en Barcelona el 11 de septiembre 2012, el « otro 11 de septiembre », día en que arrancó el proceso separatista. La respuesta está en el desastre económico que está aguantando España desde hace años y su consecuencia en el Estado de Autonomía que nació en 1978 al amparo de la Constitución, un proyecto político ambicioso que pretendió solucionar durante unas décadas la cuestión vasca y catalana.
La crisis aguda que está atravesando España tanto al nivel económico como político genera dos clases de actitudes : el fatalismo y la opción radical de acabar con un modelo territorial que parece « agotado », una actitud pesimista que se halla hoy en políticos catalanes de orientaciones muy diferentes pero que se reúnen en torno a la opción separatista : Jordi Pujol antes de ser convocado por los jueces, Artur Mas que sin embargo ha sido excluido de un proceso que impulsó, la CUP marcada por un radicalismo político y ERC que espera su revancha desde hace décadas. Pero el fatalismo se encuentra también en la postura excluyente de Mariano Rajoy que nunca ha sido capaz de entablar un diálogo verdadero con la Generalitat en nombre del artículo 2 de la Carta Magna.
Otros políticos parecen aprovechar la crisis para buscar remedios y salir de ella mejorando el sistema. Es lo que proponen tomando ejemplo en Alemania que no vaciló en hacer 56 reformas constitucionales desde 1949. Lo que piden, como el popular Javier Elorriaga o la diputada de UPyD Rosa Díez, es una reforma urgente, de tipo federal, de la Carta Magna para salvar el sistema autonómico, dándole más cohesión y transparencia y corrigiendo ciertas asimetrías en asuntos como la financiación y solidaridad autonómicas, los modelos fiscales o las políticas lingüísticas. No faltan políticos valerosos que intentan limar las asperezas como se ha podido ver entre el PSOE y Ciudadanos a lo largo de esos cuatro meses sin gobierno.
Si el Estado de Autonomías está perdiendo una batalla, ¿cómo actuar para que no pierda la guerra ? Es de creer todavía en la posibilidad de corregir los defectos de la Constitución de 1978, en la necesidad de completar la descentralización con el traspaso de nuevas competencias y de frenar los gastos luchando también contra la corrupción, en la reforma tan esperada del Senado como cámara representativa de las CC AA y en un diálogo verdadero entre la Moncloa y los diferentes gobiernos autonómicos. En todas esas cuestiones, es ahora tiempo para salir del conflicto – con el ejemplo más emblemático que fue el Estatut catalán - y la incomunicación, con el fin de alcanzar el consenso y la cooperación entre los diferentes actores autonómicos tanto más cuanto que las Comunidades pequeñas tienen que afrontar la crisis compartiendo infraestructuras y servicios.
Para que Catalunya no se vaya, los esfuerzos tienen que ser compartidos. Basta ya con la fiebre nacionalista que empuja a las Comunidades históricas a pedir siempre más competencias que las otras porque lo que impera es el « nunca menos que ellos ». Pero también sólo la reforma constituyente permitirá la convivencia entre todos los españoles incluso si los catalanes consideran que ya no son españoles. Para que no se vaya Cataluña, lo que se puede afirmar es que resulta urgente iniciar un debate auténtico sobre el modelo de Estado y reformar por fin la Constitución.

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