Jorge Mario Bergoglio, el nuevo Papa, se une, según la prensa argentina, a Diego Maradona y a Lionel Messi, como uno de los hombres más cercanos a Dios. Su elección parece ser una sorpresa para el mundo entero pero ¿fue una sorpresa para los argentinos?
Para los que opinan que "Dios es argentino", claro que no.
Además, en un país donde existe la religión del fútbol, no podía ser una sorpresa el titular de Olé con la conocida expresión "La mano de Dios". No podía sorprender tampoco que los periodistas deportivos recordaran que el nuevo Obispo de Roma y líder del catolicismo es hincha del club San Lorenzo de Almagro, un club fundado en 1908 en un barrio rico en el siglo XIX pero popular a principios del siglo XX tras la instalación de emigrantes italianos y vascos en los "conventillos" y que pretendía salvar a los pibes de la violencia callejera con el apoyo de un cura joven, el Padre Lorenzo Bartolomé Martín Massa.
Así que el itinerario de Francisco I se inscribe plenamente en esa historia, la de un país donde la inmigración ha sido un factor esencial en su fundación: si muchos italianos sintieron decepción al enterarse de que el nuevo Papa no era el Cardenal de Milán ya designado por todos les especialistas del Vaticano como el sucesor del Papa alemán sino un argentino es que se olvidaban de la proporción fenomenal de italianos en la Argentina.
Pero quizá lo notaron al oír las primeras palabras pronunciadas por el nuevo Pontífice, palabras en italiano, la lengua que hablaban sus padres, un italiano perfecto, una melodía perfecta, tan fácil de reproducir para un argentino, ya que el acento argentino se parece tanto a la línea melódica del italiano por las razones ya expuestas. Francisco I es, en cierta medida, un Papa italiano por haber nacido en una familia de origen italiano y en el país más italiano de América del Sur.
Además, para los argentinos no podía ser una sorpresa la elección de un Jesuita. Cuando se conoce algo la historia de la evangelización del subcontinente, es una evidencia el papel esencial que desempeñaron los "soldados" de la Compañía de Jesús, convencidos de la necesidad de aprender las lenguas de los indígenas y de respetar sus tradiciones para enseñarles la verdad de los Evangelios. Los Jesuitas en América Latina, por ser hombres de la frontera, fueron unos de los promotores más activos del sincretismo religioso y cultural contribuyendo, por ejemplo, a la expansión de la música barroca. Todo eso, y en particular la presencia de los Jesuitas en el territorio de Misiones, lo explica muy bien la película de Roland Joffé.
Cuando se sabe también que uno de los retos de la Iglesia en las décadas próximas será la evangelización, en Asia sobre todo, se comprende perfectamente tal elección.
Ahora, la verdad es que, incluso los argentinos tienen motivos para maravillarse: el primer papa latinoamericano (la zona del globo con más católicos que intentan resistir al empuje de las Iglesias evangélicas) no es brasileño aunque los sondeos designaban al país de Lula que tantos consideran como el modelo para las naciones del Sur y el campeón del G-20 como la cuna del sucesor de Benedicto XVI. Cuando se sabe la postura difícil que tiene Argentina, si se habla de liderazgo regional y continental, arrinconada entre Brasil y Venezuela, el descubrir a un papa argentino, pudo ser una sorpresa, hasta para la presidenta Cristina Kirchner que le mandó sin embargo un mensaje formal y algo seco.
Lo demás resulta bastante "clásico": la cuestión de la edad (nada de "relevo generacional"); el conservadurismo (un Papa que aceptaría el matrimonio gay (votado en Argentina en el 2010), el aborto o los anticonceptivos sería el princio del apocalipsis, ¿no?...; las relaciones turbias con militares responsables de la represión despiadada entre 1976 y 1983; el deseo de cuestionar los excesos del capitalismo y el ultraliberalismo como ya lo había hecho Juan Pablo II (fue éste quien le designó a Jorge Mario como obispo de Buenos Aires y luego cardenal); su deseo de seguir llevando una vida humilde y próxima a los pobres sin apoyar a los prelados de la Teología de la Liberación; el diálogo con los judíos (como ya lo había emprendido Juan XXIII) que le condujo a escribir Sobre el cielo y la tierra con un rabino argentino, Abraham Skorka...
Nos queda tiempo para observar y sacar conclusiones sobre las relaciones que entablará con la presidenta argentina, sobre las consecuencias que tendrá su elección para América Latina.