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dimanche 19 février 2017

Cuba tras el sepelio de Fidel



La transición con la que se contentarán los cubanos será lenta, muy lenta. Primero porque sigue mandando el hermano de Fidel y cuando Raúl Castro abandone el poder en 2018, no lo abandonará por completo ya que seguirá controlando el PCC. Además los mandatarios posibles de los años venideros no tienen como propósito normalizar la vida política ni fomentar la apertura cultural sino promover el desarrollo económico. Una apertura a la china se anuncia en Cuba.

Tras casi medio siglo de poder personal, el Líder Máximo ha dejado muchos problemas. Entre ellos, la cuestión de las relaciones con Estados Unidos que parecían mejorarse con el deshielo inciado en los últimos años de la era Obama. Sigue imperando el bloqueo y ne se sabe lo que hará Trump con él. Las opciones que tomó Castro han conducido también a una mayor dependencia de la isla, siendo Venezuela el gran hermano de los últimos años. Por fin la planificación socialista ha empobrecido la que era la « perla de las Antillas » : una falta de industrialización y un sector agropecuario a la zaga explican que Cuba importa el 40% de lo que comen los cubanos.

            Claro que la cuestión del crecimiento es esencial pero si es importante alcanzar el 4% son también fundamentales los derechos básicos de los ciudadanos. Por eso resulta necesario que la prensa no oficialista pueda expresarse libremente y que los periodistas ya no sean amenazados con la cárcel. Luego el gobierno ha de « abrir el puño » o sea que los cubanos han de tener un acceso ilimitado a Internet y a las redes sociales. Por fin es de resolver la cuestión de los opositores. Lo que tiene que hacer Cuba lo más rápidamente posible es entrar en el mundo real.

Fidel, mito y realidad.

El itinerario de Fidel Castro es un ejemplo magno de oportunismo político : más que nadie, supo forjarse una imagen duradera, omnipresente en el escenario nacional e internacional, otorgándose un mandato de tipo moral: proponer un modelo para hacer desaparecer toda forma de materialismo y poner fin a la influencia corruptora del capitalismo. Anclado en una realidad de privaciones y prohibiciones impuestas a la sociedad que pretendía proteger, fue construyendo su propio mito.
            El castrismo, poder personal secular, se ha impuesto como imagen contraria a la que ofrece el modelo norteamericano, modelo que le sirvió al líder cubano  de contramodelo y que justificó toda su acción política. Determinarse con respecto a Estados Unidos, expresó la relación ambivalente que mantenía con ese país, por ser éste, en última instancia, quien estaba al origen y determinaba sus decisiones políticas, tanto al interior de la isla, como al exterior: todo lo que vivían los cubanos era una consecuencia de lo que imponían los Estados Unidos. Así se elaboró el mito del embargo que logró convencer al mundo entero de que los cubanos vivían aislados del resto del mundo y eran los únicos capaces de resistir la invasión estadounidense y de ganar la guerra librada por los No-Alineados.
El fidelismo aparece ante los ojos del mundo, y se impone a gran escala desde los tempranos días de enero de 1959, durante el trayecto de la Sierra Maestra a La Habana que el líder cubano, con el dominio innato de su sentido de la comunicación, hizo que durara  varios días porque él iba ocupando, palmo a palmo, la geografía del país e iba imponiendo su figura en el imaginario del mundo. Se impuso el nuevo Fidel, vestido con el eterno traje de campaña del revolucionario presto al combate y de la barba, la quinta esencia de su emblema que odiaba la CIA, que lo aproximaba a la imagen de Cristo, ocupando en el imaginario el lugar de una figura religiosa. El Fidel Castro que nacía, iba a personificar a un líder guiado por principios éticos y desprovistos de ambiciones personales que se había impuesto la misión de realizar una revolución cercana de la perfección. Y poco importaba si Castro acumulaba una fortuna personal cuando los cubanos vivían años del hambre.
Castrismo, fidelismo, la lengua lo dice todo y en este caso enseña hasta qué punto ese régimen de 47 años fue un modelo de cinismo tal como lo ilustra un discurso político repetido un sinfín de veces en la prensa oficial en la tele o en la Plaza de la Revolución y que se apoyaba en una serie de imágenes, conceptos y teorías que han logrado oponer a los cubanos: los auténticos y los “gusanos”.


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