Hola a todos, estudiantes de ayer, hoy y mañana...

Bienvenido/a en el blog dedicado a la enseñanza del castellano en clases preparatorias del Instituto Saint-Exupéry de Mantes-La-Jolie. Abre los ojos y lo encontrarás todo: programas de literatura y civilización, enlaces para artículos, vídeos o fotogalerías, consejos de lecturas, ideas para ver películas o escuchar música, proyectos culturales a gran escala, diarios y testimonios de estudiantes, sin olvidar unas correcciones...

jeudi 27 septembre 2018

Manuel Vicent, el novelista de las tumbas y fosas

Os invito a compartir la opinión de Manuel Vicent publicada en El País...

 

Tumba vacía


Tumba vacía

Pronto o tarde, después de la labor obstruccionista a cargo de rábulas de turno y de la confusión que añada la jauría mediática, finalmente llegará el día en que la losa de 1.500 kilos de la tumba de Franco será levantada y puede que en ese momento ante la expectación general se produzca un imponente fiasco. Corre un insistente rumor de que esa tumba está vacía. Si esto es así, cuando el notario levante acta de que el cadáver del dictador ha desaparecido, ante un caso tan de novela negra lógicamente al asombro seguirá una inevitable especulación llena de morbo. ¿Dónde está el fiambre? ¿Ha sido robado por sus enemigos o ha sido puesto a buen recaudo en algún lugar secreto por sus partidarios? Si la tumba está vacía y el cadáver del dictador no aparece, llegará el momento en que será necesaria la ayuda de un Sherlock Holmes de andar por casa, quien tal vez podría desarrollar una hipótesis en sus justos términos. Los despojos de Franco no hay que ir a buscarlos en su tumba del Valle de los Caídos, sino en el cerebro de gran parte de los españoles de uno y otro bando. Ahí hay que encontrarlos. ¿Los lleva usted dentro y no lo sabe? En este caso, se trataría de una película de terror. De hecho, ese cadáver duerme en el sustrato ideológico más profundo de la derecha cavernaria, que todavía se alimenta de su memoria y en el odio más enquistado de la izquierda, que no logra sacudirse de encima su fantasma. Sacar a Franco de la tumba es muy fácil. Lo complicado es exhumarlo del cerebro de gran parte de los españoles, la verdadera tumba donde se está pudriendo. ¿De verdad, viejo español, de una forma u otra, no lo lleva usted dentro?
Limpiar el panteón de Cuelgamuros es el primer paso ineludible para que la neurosis colectiva que produce su memoria comience a desvanecerse y la figura del dictador sea deglutida definitivamente por la historia.

vendredi 14 septembre 2018

El amargo final de Juan Goytisolo

Un novelista, aun siendo visible durante toda su carrera, puede acabar conociendo apuros terribles y conocer la "invisibilidad" descrita por Antonio Muñoz Molina.
Es lo que recuerda ese artículo conmovedor publicado en El País tras el fallecimiento del autor catalán que decidió abandonar a España con la que hasta el final mantuvo relaciones difíciles para asentarse en un mundo con el que siempre había soñado.

Goytisolo en su amargo final

La imposibilidad de escribir y la necesidad de dinero para costear los estudios de sus ahijados deprimieron al escritor

Rabat
Juan Goytisolo, en noviembre de 2014 en su casa de Marrakech con su ahijado Jalid.
Juan Goytisolo, en noviembre de 2014 en su casa de Marrakech con su ahijado Jalid.
Hace tres años Juan Goytisolo apenas contaba con medios para subsistir. Le era imposible costear los estudios de sus tres ahijados, algo que se había convertido en su razón de vida. Le fallaban las fuerzas para emprender una obra de envergadura y en abril de 2014 escribió el siguiente documento: “Mi decisión de recurrir a la eutanasia a fin de no prolongar inútilmente mis días obedece a razones éticas de índole personal. Desaparecida la libido y con ella la escritura, compruebo que ya he dicho lo que tenía que decir. Tampoco mi cuerpo da para más. Cada día constato su deterioro y antes que ese declive afecte a mi capacidad cognitiva prefiero anticiparme a mi ruina y despedirme de la vida con dignidad”. Y seguía: “La otra razón de la eutanasia es la de asegurar el porvenir de los tres muchachos cuya educación asumo. Me parece indecente malgastar los recursos limitados de que dispongo, y que disminuyen a diario, en tratamientos médicos costosos en vez de destinar este dinero a completar sus estudios. Por todo ello, escojo libremente la opción más justa conforme a mi conciencia y respeto a la vida de los demás”.

Goytisolo escribía siempre a mano y a mano firmó el documento. Se lo pasó al ordenador la persona que solía transcribirle muchos textos, Rafael Fernández, un profesor del Instituto Cervantes de Marrakech que murió de cáncer ese mismo año. Goytisolo estaba obsesionado con la educación de sus tres ahijados: Rida, que ahora tiene 23 años, Yunes, también 23, y Jalid, 18. Rida es hijo de su gran amigo Abdelhadi y los otros dos son hijos de Abdelhaq, hermano de Abdelhadi. Todos ellos, más la esposa de Abdelhaq, vivían con Goytisolo en un antiguo hostal, que el escritor compró en 1997. Formaban lo que él llamó su “tribu” y su tribu lo cuidó hasta el final.

En 2004 comenzó a tener dificultades económicas. El entonces director del Instituto Cervantes, César Antonio Molina, le facilitó giras de conferencias en la institución e intercedió para que le encargasen cursos de verano. A partir de 2007 EL PAÍS pasó de abonarle los 250 euros que cobraba por artículo a asignarle una mensualidad de 3.000 euros. El sueldo lo percibió en Marruecos hasta el último momento, aunque no escribiera. “Una vez descontados los impuestos, le llegaban 2.200 euros, lo indispensable para vivir”, señala alguien próximo. Las fuentes que aparecen en este artículo sin nombre y apellido solicitaron expresamente mantenerse en el anonimato.

En 2014 Goytisolo asumía que su cuerpo no daba para más. Tenía 83 años, pero lo peor quedaba por venir. Siete meses después de escribir el documento de la eutanasia, en noviembre de 2014, se anunció la concesión del premio Cervantes, el más importante en lengua española, dotado con 125.000 euros. El problema es que Goytisolo se había opuesto en varias ocasiones a ese galardón. En enero de 2001, tras anunciarse el premio para Francisco Umbral, Goytisolo publicó un artículo en este diario titulado Vamos a menos donde criticaba “la putrefacción de la vida literaria española” y “el triunfo del amiguismo pringoso y tribal”.

Goytisolo terminó aceptando el premio y ese hecho le hundió más en su depresión. Porque continuaba sin fuerzas para escribir y era consciente de que se había contradicho al aceptarlo. Sus íntimos insisten en que ni le deslumbraron los focos ni le atrajeron los honores. Pero ahora que contaba con dinero para los muchachos ya no le encontraba sentido a seguir viviendo. La víspera del 23 de abril, fecha de la entrega solemne del premio en Alcalá de Henares, llamó en Madrid a un amigo para que lo ayudara a comprarse un traje. Solo disponía de una corbata y decía que no conjuntaba con la camisa. Cuando el amigo llegó al hotel le dijo que no tenía fuerza ni ánimo para salir a la calle. Su familia deseaba hacerse una foto con los reyes de España. Pero él estaba tan perdido que no solo se olvidó de la foto , sino que al concluir el acto reparó en que ni siquiera había saludado a los reyes en su discurso.

jeudi 13 septembre 2018

Que Machado vuelva a España


Al terminar nuestras vacaciones en Cataluña la semana pasada, y rumbo a casa en Reino Unido, mi familia y yo pasamos por el pueblo de Collioure. Tenemos una pequeña y respetuosa sugerencia: que devuelvan ustedes a don Antonio a su país para que, cuando los restos de Franco sean exhumados, los de Machado sean devueltos a su patria y que no siga cubriéndolos el polvo de un país vecino. Sería un símbolo bonito e internacionalmente reconocido.

Malcolm Mottram. Horringer, Suffol (Reino Unido).

31.08.2018  El País

jeudi 6 septembre 2018

El discurso salmantino de Miguel de Unamuno 12.10.1936

Os invito a leer atentamente estos tres textos muy famosos: el primero, publicado en su blog por Michel del Castillo, unos días tras otra publicación en otro blog, la evocación del discurso perdido de Unamuno por Pierre Assouline que soñaba a finales de 2005 con encontrarlo un día, lo que resulta un sueño imposible pese al intento de reconstitución que hizo Edouard Bustin (será el tercer texto que leer).
Tenéis que saber que Unamuno sigue siendo una figura controvertida en España y su rehabilitación es uno de los múltiples temas que se agitan en los debates sobre la memoria histórica. 
Para los izquierdistas, es una personalidad compleja ya que fue el autor de un discurso que hacía de él un héroe y  le colocaba entre los enemigos del totalitarismo y de ese nuevo poder que encarcelaba, fusilaba y torturaba a sus amigos más íntimos (habían fusilado a sus amigos salmantinos Prieto Carrasco, Andrés y Manso, al alumno predilecto y rector de Granada Salvador Vila, en la cárcel estaban sus íntimos Filiberto Villalobos y el periodista José Sánchez Gómez, éste a la espera de ser fusilado, y en la mano tenía la carta con la amenaza de muerte al pastor protestante Atilano Coco) aunque su pensamiento y sus declaraciones le acercaban a la derecha católica conservadora y no vaciló en denunciar las violencias cometidas por los republicanos contra los representantes de la Iglesia. 

Para los de derecha, Unamuno había sido una de esas figuras dignas que se rebelaron contra las gamberradas de la República que provocaron, según ellos, el levantamiento militar y la Guerra Civil pero no consideran como algo esencial rehabilitar a Unamuno ya que ya lo está: lo que critican los del PP es la recuperación de la figura y del discurso por el PSOE que se empeña en "reabrir las viejas heridas" desde la aprobación de la Ley sobre la Memoria Histórica de 2007 que no votaron los populares.
 





"Dans sa république des livres, Pierre Assouline revient sur l’intervention de Miguel de Unamuno, le 12 octobre 1936, dans le Grand Amphithéâtre de l’Université de Salamanque dont il était le recteur, l’un de ces moments où la conscience morale de l’Es­pagne s’est exprimée avec une puissance et une  dignité  incomparables.
La censure militaire ayant « caviardé» les paroles de celui qu’on surnommait la chouette, le texte de cette double interpellation n’a jamais été publié. On ne possède des deux apostrophes du vieil homme que des notes prises par des témoins, très vite exploitées par la propagande et sans doute déformées par le souvenir. Quand on compare les différentes versions, on suit cependant l’articulation du discours ; on retrouve quelques formules percutantes qui ont frappé l’auditoire.
En lisant ce texte, on en a une vision à tout le moins incomplète, car il manque l’essentiel : l’atmosphère de cette salle où je me suis  si souvent assis alors que j’étudiais dans cette université, une atmosphère d’exaltation hystérique, de violence déchaînée, de hurlements brutaux, d’invectives et de cris. Il manque l’odeur d’uniformes et de sueur, la sensation d’étouffement parmi ce millier d’officiers galonnés, de Phalangistes en chemise bleue, de requétés, les carlistes navar­rais, l’essaim d’évêques et de prélats, les officiels installés sur l’estrade, l’évêque de Salamanca, le gouverneur civil, les autorités militaires  au premier rang, entourant l’épouse du Caudillo, dona Carmen Polo de Franco. Il manque le pré­texte de cette célébration, fête, Assouline le signale, de Notre Dame du Pilar, nommée Capitaine Générale de l’Armée nationaliste, ti­tre qui lui avait été accordé en 1808, après le siège héroïque de Saragosse contre les armées napoléoniennes, patronne aussi de la Garde Civile.
On voit la symbolique : une guerre de résistance patriotique contre la tyrannie des idéologies étrangères, le bolchevisme athée.
Si le symbole ne suffisait pas, le régime militaire avait fait du 12 octobre la Fête de la Race, expression, non d’un racisme biologique, mais du génie de la race hispanique, de son essence mystique, prolongée dans l’Amérique latine. C’est aujourd’hui la fête de l’Hispanité.
Curieusement, cette liturgie cléricale et guerrière unissait deux no­tions que Miguel de Una­muno avait, tout au long de sa vie, défendues avec vigueur : la vocation mystique de l’Espagne (dans La Vie de Don Quichotte et de Sancho), l’essence spiritualiste du génie espagnol (En torno al casti­cismo). On aurait dès lors pu penser qu’il approuvait le soulèvement baptisé Croisade par José Maria Peman, le poète du Mou­vement, auteur des paroles de l’hymne phalangiste, Cara al Sol, lui-même présent à la cérémonie.
Il manque, pour bien saisir le contexte, le moment où la célébration  se déroule, alors que l’armée, surprise par l’échec du soulèvement dans les principales villes du pays (Barcelone, Madrid, Bilbao, Valence), se heurtant partout à une résistance farouche, envisage avec inquiétude l’issue des combats. L’idée que, contrairement aux espoirs, la guerre pourrait être longue, cette appréhension exaspère les passions.
Pour saisir la signification profonde de la protestation de Una­muno, il convient, enfin, de comprendre son état d’esprit à l’instant où, devant cette foule de soudards et de prélats, il va, revêtu de sa toge et de son hermine, se dresser dans une solitude téméraire.
Hostile à la dictature du général Primo de Rivera, il avait été banni dans un îlot des Canaries d’où il s’était évadé pour gagner la France, se fixant d’abord à Paris, près d’Hendaye ensuite. Avec Ortega y Gasset et Blasco Ibanez, il avait signé un manifeste pour protester contre la viola­tion par Alphonse XIII de la Constitution, ce qui semblait le rapprocher des républicains qui, arrivés au pouvoir, le nommeront recteur honoraire à vie de la plus ancienne, la plus vénérable des universités espagnoles. Certes, la pensée conflictuelle du vieil homme, lecteur fervent de Dos­toïevski, de Nietzsche, traducteur et commentateur de Kierkegaard, (il apprend le danois pour mieux approcher le philoso­phe nordique), cette pensée agonique le rend suspect aux catholiques parce que sa foi leur paraît hérétique, aux rationalistes parce qu’il méprise et vomit « cette saloperie de raison », ainsi qu’il l’écrit avec rage. Détestant les cléricaux, surtout les jésuites, qu’il accuse du pire scandale à ses yeux, le moralisme juridique et comptable, il définit la foi par le doute, une théologie pure­ment négative, la décrit comme une agonie, au sens étymologique du mot, une lutte héroïque pour la survie person­nelle, un désir immortel d’immortalité,déchirement dont parle aussi Dos­toïevski à sa sortie du bagne.
C’est la foi du Jardin des Oliviers et de la Croix, sans la certitude qu’apporte la foi en la Résurrection. Croire parce que je ne crois pas, croire par et dans le doute, paradoxe qu’il a longuement développé dans sa Vie de Don Quichotte où il fait de Sancho le véritable croyant. Puisque Don Quichotte voit des géants à la place des moulins, argumente Unamuno, la ques­tion de la foi ne se pose pas pour lui ; délirante, sa vision n’en est pas moins irréfutable. Sancho, lui, voit bel el bien des moulins et, après la déconfiture de son maître, décide pourtant de rester avec lui, admettant que Quichotte accède peut-être à une réalité qui lui échappe. En décidant de croire contre le témoignage de ses sens, il fait un véritable acte de foi. Par le doute, l’écuyer devient croyant.
En politique, cette pensée conflictuelle se tra­duisait chez Unamuno par un socialisme d’essence mystique, fu­rieusement hostile au socialisme prétendument scientifique.
Comment ce rêve gran­diose ne se briserait-il pas devant les impuretés et les scories de la politi­que ? Lorsque les gouvernements républicains abdiquent devant la violence des extrêmes, lorsqu’un anticléricalisme aussi fanatique que la religion des catholiques se déchaîne, qu’on incendie les églises, qu’on massacre les prêtres et les religieux, qu’on expulse et viole les nonnes, qu’on profane les objets du culte, le vieil homme prend ses distances avec le régime, lâchage qui sera durement ressenti par le pouvoir. Il semble alors approuver le soulèvement de l’armée, à tout le moins s’en accom­moder.
 Qui, dans cette foule de soudards, douterait de sa complicité alors que, assis sur l’estrade, sous le portrait du Caudillo, il préside la cérémonie de la fête du Pilar ?
C’est, pour Unamuno, l’un de ces instants critiques où le destin de l’homme se joue, l’heure du témoi­gnage décisif.           
Tout commence par des insultes grossières contre les Basques et les Catalans, coupables de trahir l’Espagne, le général Millan Astray, commandant la Légion, qualifiant le séparatisme de cancer que les fascismes sauront extirper de la chair de l’Espagne en taillant et en coupant sans faux sentimentalisme, propos salués par des vociférations.
Se levant avec peine, le recteur prononce alors ses premiers mots, accueillis dans un silence hébété : «  Vous attendez tous ce que je vais dire. Vous me connaissez, lance-t-il avec hauteur. Vous savez que je ne peux pas me taire, car se taire serait mentir. Il y a des moments où le silence vaut approbation. »
Comment mieux dire que, pour demeurer fidèle à lui-même, ce vieillard malade, à bout de forces, revêtu de sa toge et de son hermine, se sent prêt à relever le défi insensé ? Et de montrer d’abord la sottise de ces attaques : lui-même est Basque, l’évêque assis au premier rang(il tremble de peur, notent les témoins) est, qu’il le veuille ou non, Catalan, natif de Barcelone, dans toute la longue Histoire du pays, Basques et Catalans ont joué un rôle essentiel.
Passée la stupeur, l’assemblée se déchaîne ; les insultes et les menaces fusent ; militaires et Phalangistes hurlent leur rage ; on entend le poète Peman brailler: «  A bas l’intelligence décadente ! » ; on brandit des pistolets, on menace d’abattre le recteur cependant que, assise au pied de l’estrade, la femme du Caudillo baisse la tête, plonge dans son mouchoir.
Dans ce vacarme, le général Millan Astray, commandant la Légion, hurle le bras tendu : «  Espagne !  », « Une ! » Scande la salle. Puis, le cri fuse : « A bas l’intelligence ! Vive la mort ! » Ce cri qui, en France, a toujours été interprété à la lumière de l’idéologie, « Vive la Mort ! » devenant le mot de ralliement des fascismes alors qu’il s’agit du cri que les légionnaires espagnols je­taient en se lançant à l’assaut ; ce même mot «  Mort » se retrouve dans leur hymne «  Je suis le fiancé de la Mort », proclamation sans doute morbide, mais purement guerrière, sans connotation idéologique.
Toujours debout sous les huées, la vieille chouette reprend la parole : «  Je viens d’entendre un cri morbide et dénué de sens, « A bas l’intelligence ! Vive la Mort ! » Je viens de l’entendre en ce lieu qui est le temple de l’intelligence et dont je suis le grand prêtre. Certes, il s’agit d’un paradoxe, et moi qui ai passé ma vie à fabriquer des paradoxes qui ont causé à beaucoup de l’irritation, surtout chez ceux qui ne les comprennent pas,  je dois dire que je trouve répugnant  ce paradoxe barbare et insensé. »
 Quelle est l’argumentation de celui qui, toute sa vie, a méprisé la Rai­son ? On la suit en consultant les différentes versions du discours. D’abord, ce constat : invalide de guerre, le général Millan Astray est amputé d’un bras et d’une jambe, il a perdu un œil ainsi que deux phalanges de sa seule main valide. Unamuno déclare qu’il serait hypocrite de passer sous silence ce qui crève les yeux en ignorant  l’infirmité du général dont il salue par ailleurs le courage. Cervantès aussi était un invalide de guerre. Mais de son infirmité, le romancier a fait un usage d’humanité, quand le général en fait un usage de mort. Et de déplorer que son pays puisse être gouverné par des infirmes qui, dépourvus de l’hu­manité de l’auteur de Don Quichotte, voudront faire de l’Espagne un peuple d’amputés et d’estropiés. Tombe alors des lèvres du recteur que les témoins dépeignent à bout d’épuisement, chancelant dans sa toge, cette conclusion implacable : «  Vous vaincrez parce que vous possédez la force brutale ; vous ne convaincrez pas parce qu’il vous manque la raison. »
N’est-il pas paradoxal d’entendre celui qui n’a cessé de rabaisser et de vilipender la raison l’invoquer en cette heure décisive ? Mais la raison d’Unamuno n’est pas celle de Descartes et de Hegel, ses bêtes noires ; elle n’est pas une méthode ouvrant le monde à une physique technique ou une dialectique glacée accouchant de l’Histoire révélée à elle-même. Elle est le mouvement de la pensée quand la pensée engage la personne entière. Non pas discursive, analytique, mais charnelle- une implication. Non pas un discours, mais une personne. Une présence et un témoignage.  
A la fin de la cérémonie, les Phalangistes se ruent sur le vieil homme; dans la confusion, l’épouse du Caudillo trouve ce réflexe : elle le prend par le bras et le raccompagne à sa voiture au milieu des injures et des menaces, lui sauvant ainsi la vie. Il sera consigné dans son appartement, sous bonne garde, où il finira par mourir bientôt, certainement de maladie, tout aussi sûrement de tristesse.
Hérétique pour les orthodoxes, mystique illuminé pour les rationalistes, Miguel de Unamuno a toujours été un de ces esprits qui, pour reprendre l’expression de Dostoïevski, ressentent une idée, la vivent dans leur corps autant que dans leur esprit. Il n’appartenait à aucun parti, ne se reconnaissait dans aucune faction. C’était l’esprit le plus anti-français qu’on puisse imaginer, sans cette aisance verbale qui permet de jongler avec les idées, de passer avec désinvolture d’une conviction à l’autre. Rien chez lui de frivole. Une gravité terrible et, jusqu’au bout, la fidélité à soi-même. Tissé de contradictions, il se blessait à toutes les aspérités de sa personnalitéagonique. Criant plus qu’il ne parlait, éructant des formules sibyllines, multipliant les provocations, à l’étroit dans son enveloppe, écartelé, il apparaissait comme une sorte de monstre, un prophète égaré dans son époque.
Si je reviens sur le bloc-notes de Pierre Assouline, si je m’attarde sur cette scène où la vieille chouette ulula sa détresse devant l’apocalypse annoncée, c’est que, coïncidence étrange, j’ai lu le texte d’Assouline alors que, depuis plusieurs mois, je suis plongé dans les œuvres du philosophe, m’imprégnant, peut-être pour la dernière fois, d’une pensée qui a marqué toute mon existence, depuis l’adolescence. Avec Dostoïevski, Nietzsche, Kierkegaard, saint Augustin et Pascal, Unamuno fait partie  de mon moi le plus intime.
Pour me rapprocher de son ombre, je me suis, en 1956, inscrit à l’université de Salamanque où j’ai suivi les cours de grec ancien, la chaire qu’il occupait, arpentant les couloirs et les salles qu’il empruntait, flânant le long du Tormès, sa promenade vespérale, m’arrêtant avec lui pour contempler la ville, l’une des plus lumineuses de Castille.
Dans le roman que je rédige en ce moment, Unamuno joue un rôle essentiel. Ainsi, tout s’enchaîne. Ma vieillesse renoue avec mon adolescence.
Et cependant que je lis avec un sentiment de fraternelle complicité Rosebud, ces éclats de biographies que Pierre Assouline vient de publier, je pense à ce vieillard intraitable qui, seul face à la meute hurlante, défendit la dignité de la pensée. Qu’il ait été longtemps ignoré, mis à l’écart, suspecté d’avoir trahi la cause, cet ostracisme imbécile ne surprendra que les naïfs.
On parle de le réhabiliter. Mais quelle faute a-t-il commise ? On réhabilité un innocent injustement condamné, on ne réhabilite pas un mystique. On le redécouvre peut-être, du moins ceux qui ne le lisent pas peuvent-ils le découvrir. Je doute pourtant que sa pensée, enracinée dans le christianisme, dise grand-chose à nos contemporains, vautrés dans le matérialisme le plus obtus. Je me demande aussi quel camp, dans l’Espagne actuelle, pourrait se réclamer de lui. La gauche ? Il en a vomi le fanatisme dogmatique, les violences imbéciles, le verbiage inconséquent. Les droites ? Mais il les a stigmatisées dans ce discours de Salamanque, les abandonnant à leur fureur aveugle. Il l’a souvent répété : le christianisme n’est ni une doctrine ni une philosophie, moins encore une politique. Il ne s’adresse qu’à la conscience la plus intime. C’est donc à ceux qui possèdent une vie intérieure que la vieille chouette parle, non à ceux qui croient, mais à ceux qui doutent, à ceux qui soupirent, à ceux que leur incomplétude fait souffrir. Sa parole ne délivre aucune certitude. Elle fonde l’humanité dans l’espérance.
Avoir des idées est à la portée du premier beau parleur frotté de dialectique, penser avec ses entrailles reste une aventure périlleuse. «  Je n’aime, écrit Nietzsche, que les livres qu’on écrit avec son sang. »
Ceux de Miguel de Unamuno continuent de saigner en moi."

Michel del Castillo

 




   " Des années que je cherche le fameux discours prononcé par le philosophe Miguel de Unamuno à l'université de Salamanque le 12 octobre 1936. En présence de l'épouse du Caudillo entourée de généraux et de ministres, l'auteur du Sentiment tragique de la vie était requis en sa qualité de recteur pour prendre la parole à la cérémonie en l'honneur de la Vierge du Pilar. Il eut d'abord à subir tous les discours, notamment celui, vociférant et particulièrement haineux à l'endroit des Basques et des Catalans, du général Astray, commandant la Légion, ponctué par les bras levés des jeunesses phalangistes. Puis Unamuno prit la parole et, avec le courage du vieil homme qui n'a plus rien à p

erdre, la ferme sérénité du penseur indigné par la barbarie à l'oeuvre, l'héroïsme tranquille de celui qui entend conserver sa dignité jusqu'au bout, il prononca calmement des mots de désapprobation, suscitant les "Viva la muerte !" et les "Mueran los intelectuales !" du général Astray, avant de reprendre :" Cette université est le temple de l'intelligence. Et je suis son grand prêtre. C'est vous qui profanez son enceinte sacrée. Vous vaincrez parce que vous disposez de la force brutale ; vous ne convaincrez pas car il vous manque la raison. Je considère comme inutile de vous exhorter à penser à l'Espagne. J'ai terminé". Et il quitta l'estrade dans un silence de mort avant d'être prestement évacué sous les insultes des phalangistes. (Photo) Michel del Castillo raconte très bien cette journée historique dans son précieux Dictionnaire amoureux de l'Espagne(Plon). Le scandale provoqué par ce "Non!" magistral fut considérable. Démissionné et assigné à résidence, Miguel de Unamuno mourut peu après "de tristesse et d'écoeurement" souligne Castillo.

   J'aurais aimé retrouver l'intégralité de son discours pour le faire traduire et le distribuer à la manière d'un tract, tant l'attitude intellectuelle de cet homme me parait exemplaire. Un diplomate espagnol à Paris, à qui je m'en étais ouvert, m'a envoyé quelques pages de La guerra civil  espanola de l'historien Antony Beevor rappelant l'affaire ; mais dans les notes, on apprend qu'il n'existe pas de trace du texte original du discours de Miguel de Unamuno, les journaux de Salamanque ayant publié le lendemain les interventions de tous les orateurs sauf la sienne... Il n'en reste que des témoignages. Pourquoi j'en reparle aujourd'hui ? A cause d'un article (illustré d'une photo terrible par son éloquence) découvert à la "une" de El Pais, relatif aux actuelles polémiques politiciennes entourant la réhabilitation de Miguel de Unamuno, lequel avait été, aussi, évincé du Conseil municipal de la ville où il siégeait, il y a 70 ans...  "
Pierre Assouline





              "Vous êtes tous suspendus à ce que je vais dire.Tous vous me connaissez, vous savez que je suis incapable de garder le silence. En soixante treize ans de vie, je n’ai pas appris à le faire. Et je ne veux pas l’apprendre aujourd’hui. Se taire équivaut parfois à mentir, car le silence peut s’interpréter comme un acquiescement. Je ne saurais survivre à un divorce entre ma parole et ma conscience qui ont toujours fait un excellent ménage.
     Je serai bref. La vérité est davantage vraie quand elle se manifeste sans ornements et sans périphrases inutiles. Je souhaite faire un commentaire au discours, pour lui donner un nom, du général Millan Astray, présent parmi nous. Laissons de côté l’injure personnelle d’une explosion d’invectives contre basques et catalans. Je suis né à Bilbao au milieu des bombardements de la seconde guerre carliste. Plus tard, j’ai épousé cette ville de Salamanque, tant aimée de moi, sans jamais oublier ma ville natale. L’évêque, qu’il le veuille ou non, est catalan, né à Barcelone.     

On a parlé de guerre internationale en défense de la civilisation chrétienne, il m’est arrivé jadis de m’exprimer de la sorte. Mais non, notre guerre n’est qu’une guerre incivile. Vaincre n’est pas convaincre, et  il s’agit d’abord de convaincre ; or, la haine qui ne fait pas toute sa place à la compassion est incapable de convaincre…On a parlé également des basques et des catalans en les traitant d’anti-Espagne ; eh bien, ils peuvent avec autant de raison dire la même chose de nous. Et voici monseigneur l’évêque, un catalan, pour vous apprendre la doctrine chrétienne que vous refusez de connaître, et moi, un Basque, j’ai passé ma vie à vous enseigner l’espagnol que vous ignorez. 
 (Premières interruptions, « Viva la muerte ! » etc)      
       Je viens d’entendre le cri nécrophile « Vive la mort » qui sonne à mes oreilles comme «  A mort la vie ! » Et moi qui ai passé ma vie à forger des paradoxes qui mécontentaient tous ceux qui ne les comprenaient pas, je dois vous dire avec toute l’autorité dont je jouis en la matière que je trouve répugnant ce paradoxe ridicule. Et puisqu’il s’adressait au dernier orateur avec la volonté de lui rendre hommage, je veux croire  que ce paradoxe lui était destiné, certes de façon tortueuse et indirecte, témoignant ainsi qu’il est lui-même un symbole de 
la Mort.
   
        

Une chose encore. Le général Millan Astray est un invalide. Inutile de baisser la voix pour le dire. Un invalide de guerre. Cervantès l’était aussi. Mais les extrêmes ne sauraient constituer la norme Il y a aujourd’hui de plus en plus d’infirmes, hélas, et il y en aura de plus en plus si Dieu ne nous vient en aide. Je souffre à l’idée que le général Millan Astray puisse dicter les normes d’une psychologie des masses. Un invalide sans la grandeur spirituelle de Cervantès qui était un homme, non un surhomme, viril et complet malgré ses mutilations, un invalide dis-je, sans sa supériorité d’esprit, éprouve du soulagement en voyant augmenter autour de lui le nombre des mutilés. Le général Millan Astray ne fait pas partie des esprits éclairés, malgré son impopularité,  ou peut-être, à cause justement de son impopularité. Le général Millan Astray voudrait créer une nouvelle Espagne- une création négative sans doute- qui serait à son image. C’est pourquoi il la veut mutilée, ainsi qu’il le donne inconsciemment à entendre. (Nouvelles interruptions » A bas l’intelligence ! «  etc.)     

     Cette université est le temple de l’intelligence et je suis son grand prêtre. Vous profanez son enceinte sacrée. Malgré ce qu’affirme le proverbe, j’ai toujours été prophète dans mon pays. Vous vaincrez mais vous ne convaincrez pas. Vous vaincrez parce que vous possédez une surabondance de force brutale, vous ne convaincrez pas parce que convaincre signifie persuader. Et pour persuader il vous faudrait avoir ce qui vous manque : la raison et le droit dans votre combat. Il me semble inutile de vous exhorter à penser à l’Espagne. J’ai dit. »
Miguel de Unamuno "retranscrit" par Edouard Bustin