El crecimiento económico del siglo XXI se explica por una multiplicación espectacular del comercio de bienes, servicios y capitales y el aumento de los flujos migratorios entre países. Sin embargo, los autores muestran que la globalización se basa en políticas nacionales y no supranacionales, lo que plantea muchos problemas en la actualidad. Por eso presentan el fortalecimiento de una política global como el "desafío central" de este siglo.
En primer lugar, la proliferación de empresas multinacionales requiere un marco a su escala, es decir, unas instituciones que establezcan las reglas en términos de impuestos, gastos públicos, inversiones... para que estas empresas puedan desarrollarse e impulsar la economía global y no solo la de unos cuantos países, como se ve actualmente en el sector digital. El establecimiento de instituciones complementarias del FMI y la OMC así como la reforma necesarias de éstas deben impedir la creación de nuevas desigualdades entre los territorios.
Además, el desafío es legitimar estas nuevas instituciones internacionales a través del respeto al proceso democrático, gestionando con transparencia las informaciones, los debates políticos globales, los votos de los ciudadanos, para que los Estados armonicen las políticas, incluso con leyes comunes para todos - sobre controles de datos o competencia por ejemplo - y acuerdos multilaterales justos. La globalización necesita convencer a las sociedades y lo hará si es capaz de resolver problemas mayores como el calentamiento global.
Finalmente las generaciones actuales deben afrontar males como el aumento de las desigualdades y el populismo que son problemas globales. Así, para los autores, su arma de combate será la colaboración justa e eficiente mediante el establecimiento de unas instituciones fidedignas.
Héloïse M. (ECE2)
Mientras que la globalización ha empujado a los Estados hacia mercados cada vez más abiertos, la futura Ministra de Agricultura de Brasil, Tereza Cristina Correa Da Costa Dias, afirmó que su país pudiera abandonar Mercosur. Entonces cabe preguntarse si el "efecto Trump" en las Américas no marca el fin de la integración latinoamericana.
Con las victorias del Trumpismo en el Norte y en el Sur, los mercados de integración regional parecen estar estancados, minados por dificultades internas en los Estados miembros pero también por tensiones interestatales. América Latina también pudiera experimentar su propio "Brexit". De hecho Brasil sería capaz de abandonar el Mercosur cuando lo fundó hace unas décadas. Además, seis países han suspendido su participación en UNASUR ante la falta de Presidencia y el TLCAN ha sido reemplazado por un nuevo acuerdo que no satisface a nadie, AEUMC.
La elección de mandatarios emblemáticos como Trump o Bolsonaro genera un aumento del proteccionismo que pudiera acabar con la era del multilateralismo. La presidencia de Trump ha traído un nuevo clima de conflictos a las Cumbres, intentando Estados Unidos recuperar su hegemonía para frenar el ascenso de China. Ahora agrega a Bolsonaro, el "Trump tropical" en su estrategia, quien a su vez anuncia una ruptura en las relaciones diplomáticas con Cuba por ejemplo. Por ser una amenaza para la democracia en el Cono Sur, la elección del candidato antisistema es un punto de inflexión para toda la región.
Ya que integración y democratización son dos procesos interconectados, el proyecto que remonta a los 60 parece hoy declinante en un contecto continental marcado por el auge de los proteccionismos y los populismos autoritarios que provocan oleadas migratorias vistas como invasiones y motivos de desestabilizaciones.
Laura W. (ECE2)